Nunca me fui, pues siempre anduve cerca de un teclado que me dejo ingresar al teatro del Internet. Es cierto, sí, que mi timidez terminó por recluirme de alguna forma y evitó por un tiempo la redacción de esta lúcida bitácora que, ¡ojala!, todavía sea una brújula para los miembros del Club de los Corazones Accidentados.

Entonces: ¡He vuelto! Digo esto mientras por la afónicas bocinas de mi equipo de sonido suena con dulce agonía el tema de Vox Dei ‘¿Dónde has estado todo este tiempo?’.

Es un canción de añoranza por el ser amado ausente. En este caso me dedico la canción porque el ausente he sido yo. ¡Y que no se me acuse de narcisista o de algo peor! Este no es un gesto “selfie”. No hago esas cosas porque ni tengo celular inteligente y las fotos que existen de mí las hizo el fotógrafo ambulante del parque central de la Ciudad Primavera (de paso, el servicio ofrece la opción de hacerse la foto con sombrero de charro a horcajadas sobre lo que parecería un pony disecado que tiene la mirada fija, a la Bruce Lee, en algún punto del horizonte).

Que las puntas de mis dedos se re-encuentren con el teclado para alimentar este blog-atolón es una re-conciliación, como el samurái que toma el camino otra vez para buscar aventuras y “desfacer entuertos” a la D.O.N. Q.U.I.JO.T.E. ¡Ahí les voy otra vez para hallar el sendero que nunca debí abandonar! Valga añadir aquí un cliché de corte cinematográfico para expresar mi sentimiento de redención: E.M.A., es decir este servidor de ustedes, parado en medio de un callejón en la noche, cae de rodillas con los brazos abiertos, mirando primero al suelo y luego al cielo pidiendo perdón, mientras la lluvia lo despedaza todo. “¿Merezco el perdón del cosmos?” le grito al cielo. Un gato maulla hambriento y así responde de forma cruel a mi pregunta. Me desconcentro por unos instantes, recobro el efecto dramático y me respondo “¡Pues sí!”. Entonces, de inmediato, me declaro remido con otra imagen cliché: De repente aparece una multitud, de todas las edades y condiciones socioeconómicas, que me toma en brazos y me lleva como becerro de oro bíblico en procesión por las calles de la Ciudad Primavera (estando en hombros de gente de tan buen criterio, no puedo menos que corresponder esta devoción con una sonrisa de beato).

Mis amigos del barrio aún andan por ahí. Tampoco he dejado de verme con ellos para unos tragos excesivos las noches de los miércoles. Pronto sabrán de ellos. Hasta tanto Margarita, “La chica intermitente”, me ha pedido decirles que está cerca de ligar con un chico al que ella ha obsesionado por años con sus silencios y gestos enigmáticos, un chico que ha demostrado la constancia y la paciencia de una máquina para embotellar refrescos. De El Hombre Impermeable –E.H.I.- ya les contaré más detalles en breve, basta decir que ha montado una sastrería dirigida a todos los caballeros de la Ciudad Primavera “que gustan del buen vestir”. Finalmente, a Elchico D’lentes lo he visto con cierta frecuencia rondando la tienda de la esquina para comprar barras de chocolate con maní para acompañar sus lecturas frenéticas, pues se ha exacerbado su objetivo de saberlo todo, leyéndolo todo, lo cual no ayuda con el hecho de que todavía halla novia. El Hombre de Cro-Magnon ahora se gana unos pesos paseando perros a medio tiempo, que se sienten muy a gusto con él, quién sabe, quizás porque comparten greñas parecidas y ese algo bestial indefinible. ¿Les mencioné en que anda Camila “La Mujer Hipertextual”?, bueno eso lo dejo para cuando nos veamos la siguiente vez.

Aquí estoy y ya sabrán más de mí y lo que pienso de sus accidentes y travesías por las sinuosas carreteras del amor.

Hasta muy pronto. Con afecto,

E.M.A.