Una relación es un vínculo necesariamente entre más de uno y es en ese contexto que puede aparecer un tipo de amor que trascienda las fronteras de lo que es un@ mism@. El otro, a quien amamos, es externo a los deseos, sentimientos y expectativas de nuestro yo interno. El/ella representa un mundo aparte del nuestro.
El “ego”, palabra de la que se deriva la noción de “egoísmo”, es el “yo”. Si buscamos consolidar el amor hacia el otro, entonces es preciso que el “yo” tenga que sacrificar algunas de sus comodidades, de otra manera, no es posible construir un espacio común con alguien más. En otras palabras, es inviable una relación entre dos egos que no quieren ceder, que quieren seguir manteniendo el estilo de vida que solían tener cuando estaban solos.
Hay gente que decide renunciar a cosas a la que está acostumbrada por estar con una persona egoísta. En tales casos lo que presenciamos es una seudo-relación en la que uno de los dos vive encerrado en su mundo personal, metido en su burbuja, mientras el/la otr@ lo aman con devoción. Es un triste simulacro porque toda relación debe ser un camino de ida y vuelta, un diálogo y no una tiranía vertical y unilateral.
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