Apreciados corazones tuneados por los misterios del amor,
En una entrega anterior me referí someramente a la chica iPod. Explicaba ahí que esa clase de chica para bailar prefiere la pista que está en la región más recondita de su siquis, es allí donde se contorsiona, agita su cabellera de un lado para el otro siguiendo con frenesí el ritmo de la música; en definitiva, aquel apartado de su cabeza donde puede ser quien quiere ser. Todo eso me parece bien y daría gustoso mi voto de mecánico en las Naciones Unidas para que conste como un derecho humano universal. Sin embargo…
el problema radica en que yo me quedo fuera de la fiesta que sucede al interior de la cabezade la chica iPod. En tales circunstancias, me encantaría rescatarla de su ensimismamiento con un “¡Hey!, ¿se puede pasar?”.
Ante tal pedido, puede que ella me observe como se mira a un perro salchicha que ladra desde el patio, al otro lado de la ventana. En tal caso debería ensayar otras estrategias.
De acuerdo a Elchico D’Lentes, quien conoce bien algunos estudios de sicólogos que explican los rituales de cortejo humano, una manera de mostrarle interés y empatía a quien nos gusta es imitando su lenguaje corporal. En consecuencia, podría gastarme un dinero en comprarme unos auricurales, sin el reproductor de MP3 porque es muy caro, y contorsionarme junto a la chica iPod fingiendo que yo también estoy en mi fiesta privada/mental.
En respuesta, ella podría reaccionar en una de tres formas: llamar a los paramédicos para que se “Lleven a este que tiene un ataque de apendicitis” o a la Policía para “Que arresten a este maniático” o a los paramédicos y a la Policía “Para que se lleven a este maniático con apéndicitis”.
Otra opción para conseguir la atención de la chica iPod, aunque puede tomar años y ser muy cara, es lanzar una carrera musical, con giras mundiales, camisetas, club de fans y todo, para llegar con mis canciones a su reproductor de MP3. El único problema es que eso demandaría décadas y mucho dinero, y para cuando suceda quizás ella ande entretenida con el Yoga en busca de su “silencio interior” y su iPod haya quedado por ahí abandonado.
Considerando lo magro de mi presupuesto como mecánico y que al fin y al cabo ellas tienen la última palabra en eso de si te “dan bola” o no, es preferible esperar a que la tecnnología avance en materia de chicas androide que no estén ensimismadas (al respecto conviene aprovechar la espera leyendo mi post “Ahora un androide puede ser tu media naranja“).
Con afecto de comienzo de semana me despido,
E.M.A.
Deja una respuesta