Querida clientela,
Entre que algunos se preocupan por cómo quieren recibir el calentamiento global (“A la brasa”, “Al grill de satanás”, “Con mucha salsa BBQ en vez de protector solar”, “Bien-pero-bien-cocido”, “Termino medio chamuscado”, etc.), y otros mueven los pulgares deslizando las fotos de Tinder tal si fueran las capas de una cebolla del amor, hay quienes se han dedicado a socializar valiéndose de un acompañante perruno.
Y habrán lectores de este muy informativo blog que en este momento exclamen, sea en Nueva York, Londres, París, ¡¡¿Tokio, quizás?!!, “Mecánico del Amor eres un hijo de la $#!!!x&@, ¿cómo te atreves a insinuar que necesito de este hermoso Dálmata que he vestido con un traje de lino rojo, corbata a cuadros y Panama Hat para atraer la mirada de las chicas?” De las buenas intenciones de un lector así, quién puede dudar. Entonces, esos lectores sinceros que no manipulan a su perro, por favor no se sientan aludidos porque más bien deseo referirme a aquellos que se han aliado a un can para hallar pareja.
Aquí no hay juzgamientos, porque cada quien se las arregla como pueda en la siempre compleja arena del amor. Más bien, deseo ofrecerle a los lectores de este blog tipos de perros dependiendo de la clase de persona a la que se quiera conquistar:
Para los amantes históricos sugiero comprar un perro como el Washington de Condorito. Un animalito con un nombre de tanta fama, quizás bautizado por razones anti-imperialistas, bien puede empezar conversaciones del tipo: “¿Con qué tu perrita se llama Nefertiti? Pues, aquí tengo un perro estadista recién llegado de la Casa Blanca, he aquí el perro que representa a la primera potencia mundial…¡Washington! Y luego, quizás si hay la predisposición y la alta cultura libresca o Wikipedesca o fake-newesca, este coqueteo puede llevar a otros nombres ilustres y episodios históricos, reales o no, como el crucial apoyo que dio Gengis Kan a la campaña de independencia de los países sudamericanos. Al fin y al cabo en estos casos lo que importa no es la precisión histórica, más bien si se liga o no. Al respecto, a los dueños de los perros con nombres históricos, pero poco interesados en la historia, siempre pueden darle una ojeada a monografias.com.
Para los que quieren ligar en otras galaxias muy lejanas, cabe que adquieran un perro del tipo Chewbacca. Si me piden mi humilde opinión, no sé cuál puede ser la reacción de la chica si es que, digamos, sales a ligar al parque acompañado de ‘Chewie’ a eso de las seis de la tarde, porque si la policía te ve merodeando con un gigantón peludo, puede que la operación-ligue termine en el retén de policía. Peor aún sería que a ‘Chewie’ le dé por hacer un pis o un “número 2” a la referida hora, porque, ¡mi dios!, vaya cuadro impúdico-anti-climático que ofrecería el galán en cuestión.
Finalmente, para los amantes mitológicos una buena opción puede ser adquirir en “la antigua Grecia” un cancerbero, el cachorrito de tres cabezas al que lo ponían a cuidar las puertas del infierno. En mi barrio hay perros guardianes que no tienen tres cabezas, pero que ciertamente son un dolor de %$X#@!&&. Lo de comprarse un cancerbero puede ser de mucho atractivo para chicas que se han mudado al barrio de los elfos, quieren organizar sus fiestas de quince años en catedrales góticas a la media noche, y les da por sacrificar a sus ex-novios en el bosque con luna llena.
Y hay otros tipos de perros de los que hablaré en su momento.
Paz,
E.M.A.
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