Sensibles lectores de este blog-isla perdida en el océano de los amores fugaces,
Nunca me fui, pues siempre anduve cerca de un teclado que me dejo ingresar al teatro del Internet. Es cierto, sí, que mi timidez terminó por recluirme de alguna forma y evitó por un tiempo la redacción de esta lúcida bitácora que, ¡ojala!, todavía sea una brújula para los miembros del Club de los Corazones Accidentados.
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